Es por ello que cualquier usuario de impresora que se tercie ha de tener en cuenta que, de manera diaria, los cartuchos de impresora arrojan miles de gotas de tinta por segundo. Una cantidad de expulsiones que son imperceptibles para el ojo humano pero que sucede de manera diaria, sin que nos demos cuenta.

De ahí que debamos pensar que los cartuchos de toner son los responsable de dar calidad a nuestras impresiones, y a cualquiera de los elementos que estas contienen, ya sean textos o imágenes. Sin embargo, la mayoría de nosotros desconocemos cuál es el proceso por el que un tóner llega a ser compatible con nuestra impresora.

En realidad, se trata de un producto fabricado de manera industrial. De ahí que se generen de manera especializada en organizaciones donde trabajan más de 800 personas durante las 24 horas del día para fabricarlos. De hecho, se trata de marcas, independientemente de que estas sean originales o compatibles, que trabajan para suministrar una demanda creciente.

Resultado de este proceso de trabajo son unos cartuchos que, en apariencia, son sencillos. Pero solo en apariencia, ya que su funcionamiento es más complejo del que en una sola pasada podemos creer. De hecho, estos cuentan con pocos elementos, como son la tinta la cámara aplicadora y una placa completamente agujereada por pequeños orificios que es lo que llamamos cabezal de impresión.

Estas oquedades son tan imperceptibles que una sola gota que pase por ellos puede ser impregnada por un cabello humano. Asimismo, la tinta se compone por un  80% de agua y un 20% restante elaborado a base de una mezcla en la que pueden diferenciarse componentes como pigmentos, polímero y disolventes.

En este sentido, los huecos pueden llegar a sumar una cantidad de cuatrocientos por cada cartucho, y son, precisamente, estas oquedades las responsables de hacer bombear la tinta hacia el papel. En concreto, cada uno de los orificios con los que cuentan estos productos se compara con una pistola que puede llegar a disparar hasta 36.000 gotas de tinta por cada segundo.

Y ¿cómo es posible este ritmo? En primer lugar por la existencia de una residencia eléctrica en el cartucho, la cual provoca una descarga que cuenta con una media de siete veces más potencia que el sol. La duración de esta descarga es de dos millonésimas partes de segundo, de modo que no existe riesgo alguno de que la reacción termal sea capaz de derretir el equipo.

Además, el usuario debe tener en cuenta que la cámara de aplicación es fabricada en una habitación especial. En la misma no existe rastro alguno de polvo ni escamas de caspa, ya que se trata de un espacio limitado a personal especializado de la fábrica. Un lugar que cuenta con un nivel de higiene máximo, necesario para la creación de las cámaras de impresión.

Por último, después de cada una de las piezas de los cartuchos se hayan creado, el mismo debe pasar por una prueba de rendimiento. Es decir, imprimir bajo diferentes situaciones climáticas, como calor, frío y humedad, y ante distintos ritmos de impresión y velocidades de la misma.